Albireo, en el Cisne

jueves, 23 de diciembre de 2010

Mientras la novia se vestía de rojo


Colaboración de Marie Lissette Alvarado 
Ya desde el 19 la emoción había generado en mí, una sutil ansiedad que no me dejaba dormir, esperando que ocurriera este extraordinario evento.
Hacía tanto tiempo que no miraba un eclipse lunar, ni otro acontecimiento astronómico, comparable a la pasada del Halley, o al eclipse de sol del 91. Aún el mismo día 20, traté de dormir en la tarde, para estar en óptimas condiciones y disfrutar la sombra sobre la Luna, pero fue inútil.

Había decidido verlo a la salida del Golfo de Nicoya, en la punta más Este de la península, llamada Punta Coral, tomando el tour del Manta Raya, organizado por Cientec
Mientras esperaba la llegada del bus, la Luna se fue elevando, entre las típicas nubes bajas vespertinas que ahora hay en San José.
El 20 amaneció algo nublado y ventoso, pero yo mantenía la esperanza de que ya a nivel del mar, las condiciones del tiempo fueran a mejorar mucho y afortunadamente así fue.
Con la llegada de la noche y la cercanía de la playa, el cielo empezó a despejarse y la Luna nos brindó su resplandor desde el inicio del viaje, como anunciándonos que en pocas horas tendríamos en primera fila la majestuosidad del eclipse.


Ya en Puntarenas el característico aire de mar nos dio la bienvenida y tan pronto abordamos, el yate salió rapidito del puerto, con destino a nuestra cita. El cielo, a pesar de la majestuosidad de la silenciosa Selene, permitió encontrar algunas constelaciones que esa noche acompañaban su paso por el firmamento.
Poco a poco las luces de Puntarenas fueron quedando atrás, y en el horizonte frente a nosotros teníamos las colosales masas terrestres que como gigantes dormidos aparentaban indiferencia ante nuestra intromisión. 


El viento jugueteaba entre las pequeñas y espumosas olas que producía el paso del yate y me tendí un rato en la malla que tiene éste en la proa. Fue increíble ver la sombra de las aves delante de la embarcación revoloteando y pescando, sentir la fuerza del viento sobre mi rostro, respirar profundamente ese inconfundible aire marino y contemplar desde allí Luna y estrellas.

Y nos bajamos del bote en esa exquisita reserva de bosque tropical seco, con muy poquitita playa, pero si con pequeños cangrejitos que vestidos con su caparazones nos rodearon con temor, para ver juntos el eclipse. Un coctelito y una cena deliciosa, muy bien coordinados con el cronograma del eclipse.
Armados con telescopios, binoculares y cámaras, o tan solo nuestros ojos, nos dedicamos a mirar el cielo, y a esperar el momento en que la Luna llegara a su cita, primero vestida de gris plata, luego de rojo y finalmente de plata otra vez. Pero estaba tan alta que la mejor posición para esperar el evento fue acostarnos en la arena.


Pasada la media noche, el eclipse comenzó, al principio casi era imperceptible, la entrada de la Luna en la sombra de la Tierra, pero si muy puntual en todas sus etapas.
Los cambios de tonalidad naranja, rojo claro y un profundo rojo ladrillo se fueron sucediendo, así como la oscuridad circundante y la aparición de estrellas de poca magnitud, cúmulos globulares y galácticos y hasta la mismísima Vía Láctea.


Miramos hasta cansarnos, desde la tierra hasta el cielo y entre todos tomamos más de cinco mil fotografías. 
Yo no podía dejar de ver la Luna, estaba impresionante en su encuentro central con la sombra de la Tierra, entre Géminis y Tauro. Me dejó sin palabras el cambio de tonalidades como yo lo imaginaba, pero nunca había vivido; no llegó a un intenso color marrón, pero si era muy evidente el predominante tinte rojizo. 
Y no podía faltar alguno que otro meteoro que parecía jugar a las escondidas, desviando nuestra atención por unos pocos momentos.

Creo que hasta ahora en mi vida, no he tenido de noche, un espectáculo tan completo, apacible y romántico, en el cual haya participado la Luna, Júpiter y Saturno, sellando el amanecer con Venus, casi en su máximo brillo y todo rodeado de estrellas en el momento del clímax.

El resto del viaje siguió aportando detalles; los reflejos de la Luna en el ondulante mar, las últimas luces del puerto y el tranquilo regreso a San José.


La cámara, el Manta Raya y las olas, jugando con las luces de Puntarenas

Tomé algunas fotos, pero el control manual de mi cámara, no se acopló bien con mi vista y anteojos. Les dejo algunas, pues para mí son recuerdos. Quizás las mejores permanecerán sin revelar, en los chips de mi cerebro.
Y algunas ligas a otros sitios para que siga usted viendo.

4 comentarios:

  1. Hola Don Jose Alberto.
    Yo también disfruté del evento, acá en Ojo de Agua, Mex. No tengo mas palabras que decir que fué un espectáculo completo.Tengo algunas fotos para compartile en la siguiente liga:
    http://www.flickr.com/photos/colocho210/sets/72157625049738274/
    Reciba un cordial saludo.
    Ing. Armando Uribe C

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  2. Me gustó el reporte, ese momento con la luna y el mar.---felicito a Lissete..y la foto está muy buena. Yo me acorto con el frío y no salí de la cobija...ni con la cobija...
    Estoy deseando que se acabe este tiempo para que se caliente el verano.

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  3. Definitivamente el eclipse fue un acontecimiento increible!!! Lo que me recuerda que he leido que en enero habra un eclipse parcial de sol, lo que pasa es que no se mucho de esto... me gustaria saber si ese eclipse se vara en costa rica o no.

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  4. Hola.
    Ninguno de los eclipses del 2011 será visible desde Costa Rica.
    Lea mi entrada sobre Fenómenos Astronómicos 2011, el primero de enero.
    Saludos
    jav

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